Machuca Rico sube a la tarima, son las 10:30 PM y el bar Las Gatas del centro de Medellín espera ver un show de erotismo y sensualidad, mis ojos, fijos en aquella mujer, captaban todos los movimientos, mientras mi mente especulaba sobre su vida.
Era la primera vez que visitaba la ciudad y había llamado a un amigo para saludarlo, listo, todo iba bien, salimos a tomar malteada y me acompañó a una de las visitas que la universidad programó para nuestra estadía en Medellín. Caída la tarde, ya le había presentado a Juan Sebastián, mi amigo a todos los compañeros de universidad que viajaron conmigo, y se atrevió a hacernos una singular invitación, pero sólo tres la aceptamos.
Siempre se oye hablar de lo peligroso que puede resultar un ciudad de noche, pero pocos mencionan lo divertido, aventurero y todo lo que se puede conocer en la oscuridad, el raro recorrido empezó en la estación del tren, eran las 9:00 p.m. y Juan Sebastián hacía gala de su amplio conocimiento, explicando fechas y acontecimientos sociales de los lugares por los que transitábamos, su voz, era la voz de la historia de la ciudad y poco a poco perdíamos el miedo que nos inspiraba la luz de luna.
Caminando por el Parque Berrío se nos acerca una loca, mi corazón se agita, hablaba desesperada moviendo todo su cuerpo, sólo pedía mil pesos para comer, pero llegue a pensar que ahí acababa todo, la loca insistía y sus extraños movimientos se incrementaban, seguía pidiendo para comer; Daniel y Yolima, mis otros dos compañeros, se adelantaron. Yo agarré fuertemente a Juan Sebastián como diciendo: vamonos, pero él supo manejar la situación y al darle lo que pedía se alejó.
Siguiendo con el recorrido llegamos a Las Gatas, un bar del centro donde las mujeres venden su cuerpo a los espectadores, sobando sus senos y abriendo sus piernas para mostrar el clítoris al público, separan sus nalgas para sobarlas en barrote, bailan sensualmente, pero sin gracia, sus rostros parecen muertos, acarician sus cuerpos sin ninguna expresión, Daniel mira pasmado a Machuca Rico, una de las bailarinas y cuando esta baja de la tarima mete entre sus senos un billete de mil pesos, al igual que en las otras mesas, en las que no solo hay hombres, también parejas que al parecer vienen a excitarse viendo bailar a mujeres desnudas.
Una chica sentada sobre las piernas de su pareja le baila acariciando el pene con sus nalgas y con su cara dice “cómeme”. Los asistentes sin salir de su anonadés siguen mirando a las nudistas mientras yo pensaba en lo fácil que es ingresar a un club nocturno siendo menor de edad, pero también pensaba en lo que hay mas allá de esa chica linda que se desnuda frente a mi.
Por:
María Andrea Solano Behaine
María Andrea Solano Behaine
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