Después de la larga y eterna pelea de siempre con el conmutador de mi EPS, me dan una cita médica. Hubiera creído que tanto tiempo pegada al teléfono, ganándome una úlcera de la rabia, había sido fructuosa, pero no, la cita me la dan para casi dos semanas después y cuando llego al consultorio, el médico, ni siquiera se digna a levantar la cara para mirarme.
Mientras pregunta lo mismo de siempre: "Cuéntame, ¿qué te trae por aquí?", y (la obligada para las mujeres): "¿Cuándo fue tu última menstruación?", no hace sino ver la pantalla del computador y teclear, a lo mejor lo que yo le digo. Tiene una cara que no da muchas esperanzas, entre serio y preocupado.
Como me imagino que me está prestando atención y que la cara de espanto que tiene no es por mis problemas sino por algo del 'sistema' que no entiende, procedo: "Es que tengo gastritis, me arde el estómago" y le comento otras cositas.
"Acuéstate allá (la camilla) y levántate un poco la blusa", me dice el médico y continúa escribiendo en su computador, pasa el tiempo y a mí me dan ganas de decirle: "Ey, yuju, alalayeju, ¡aquí estoy!", pero no lo hago, me bajo un poco la blusa, porque lo de las barrigas afuera eran otras épocas, y espero que se digne a atenderme. Él, por supuesto, se toma su tiempo, suspende su escritura en el computador, se levanta, presiona mi barriguita con sus dedos y concluye: "Lo que tú tienes es colon irritable y gastritis" ¡Walter Mercado le quedó chiquito!, que se prepare el Char Marín porque este viene a hacerle competencia.
A estas alturas comprendo que el hombre se volvió brujo y que los brujos de ahora no usan bolas de cristal sino un computador que mide el aura y la energía del paciente cuando entra al consultorio. Que el aparato es quien diagnostica, por eso los médicos no levantan la cara de él y ya no es necesario que le vean a uno el semblante, como diría mi abuela.
Si me pongo a sacar cuentas, entre el copago de la cita, el de la medicina y los taxis que cogí para llegar temprano, me hubiera resultado más barato pararle bolas a la novia de mi primo e ir a comprar el Omeprazol en la farmacia que queda a dos cuadras del periódico. ¿Para que el computador me diagnostique? Mejor le escribo mis síntomas a Google, que sin cobrarme un peso ni tener que desplazarme me hubiera profundizado en el tema.
Claro, una cosa sí hay que agradecerle a la tecnología, que ya no nos toca descifrar los garabatos que escriben, que nada más los entienden ellos, porque las fórmulas y todas las recomendaciones nos las dan impresa en letra legible… si es que no se cae el sistema.
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