En San Antero, en el Festival Nacional del Burro, se armó tremendo escándalo porque Leonela, la burra coronada reina en 1988, no era virgen. El plan era quitarle la corona.
Por María Andrea Solano Behaine
La señorita Amazonas 1992 fue descalificada porque no era señorita como honraba su título. La prueba: estaba casada. La pobre Catherine Sánchez salió volada y nunca más se atrevió a dar la cara. Con Leonela, una burra coronada reina en San Antero, quisieron hacer lo mismo.
El día de su coronación, Leonela tenía solo tres años. Estaba vestida de bailarina, con un traje de papel barrilete de varios colores que le hizo Esperanza Correa para que se luciera en el reinado.
Los accesorios no podían faltar en su atuendo, usó collares y aritos plásticos, las uñas con manicure y los labios pintados de carmín, lo esencial en cualquier mujer que quiere resaltar su belleza. Usaba pestañinas para agrandar su mirada. Le habían hecho iluminaciones en el pelo y sobre él posaba un sombrero inclinado al estilo de Sofía Vergara en los comerciales de Pepsi, siendo el de la burra uno de concha de jobo. Tenía la angarilla forrada con flores. La idea era que se pareciera a la diva venezolana Mayra Alejandra, que en los 80 había protagonizado la novela Leonela, que inspiró su nombre. Sin imaginárselo, los cuatro cascos de sus patas y toda esa parafernalia, propia de un reinado, la llevaban directo hacia un escándalo, al señalamiento público.
Así, vestida bien coqueta, recorrió las calles de San Antero un sábado de gloria. Su séquito, conformado por familiares y vecinos, iba dándole barra y proclamando a la futura reina. En su casa la habían preparado.
Andaba derecha y posaba para las fotos, cual modelo de revista y de haber podido, hubieran hecho que tirara besitos con una de sus patas. Estaba totalmente 'aconductada'.
La idea de que ella participara en el reinado había sido de Mariano Correa, padre de Esperanza, y en la casa todos avalaron la propuesta. El botín que le daban a la ganadora no les caería nada mal, eran 20 mil pesos, una suma considerable teniendo en cuenta la época: 1988. Y lo obtuvieron, al caer la noche, Leonela fue coronada en el parque principal, a espaldas de la Iglesia y frente a los ojos de sananteranos, gente de pueblos vecinos y uno que otro extranjero de español enredado, que se habían congregado para conocer el nombre de la nueva soberana.
Esa noche hubo fiesta con aguardiente y sancocho en la casa de la nueva y segunda reina del Festival del Burro. Pero la humillación sacudió pronto a la familia Correa. Uno de los puntos del reglamento decía clarito que las participantes tenían que ser vírgenes y por el pueblo corrió la voz de que Leonela no lo era. La plata no duró mucho, el hermano de Esperanza se perdió con ella y al día siguiente llegó borracho y sin cinco chivos.
El hombre puede andar por ahí satisfaciendo sus deseos con la una o con la otra, "eso sí es un macho", diría su padre, "ese es mi hijo, ¡carajo!". En cambio, si la mujer lo hace, no la bajan de bandida y es desgracia para su familia. Hasta una burra desvirgada puede ser calumniada y humillada.
El segundo lugar lo ocupó La Caponera, de Caudino Morelo. "Por esos días, el señor se puso a tomar y entre trago y trago alguien le dijo: 'Oye, pero esa burra que ganó no es virgen, porque yo la vi en una parcela teniendo relaciones con dos burros'. No solo era cuestión de orgullo, había diferencias económicas. Al hombre la cosa le quedó sonando, puso una querella bien fuerte ante la junta del Festival Nacional, se presentó con los testigos que habían visto a la burra en esas andanzas y tuvieron que buscar a un veterinario de Montería", relata el profesor Julio Díaz, que se ha dedicado a estudiar la tradición del pueblo.
"Tenía que ser virgen, porque en la vida real se supone que las reinas son señoritas", explica Cristóbal Correa, fundador del Festival y pariente de los dueños de la burra ganadora. Se supone, pero en los reinados de verdad no le andan sacando los trapitos al sol a las candidatas, ni las mandan a certificar como vírgenes para poder concursar. Probablemente ninguna se presentaría, a menos que sea Marcia Jones (Señorita Córdoba 2010), que declaró su pureza en la revista SoHo.
Franklin Reyes, amansador de burros, con el Judas que paseó por San Antero el Sábado de Gloria. |
A Leonela la examinaron. Dicen que la pobre, sonrojada, 'rebuznaba de pena e indignación'. El médico le metió la mano y determinó que los rumores eran ciertos, que la reina de aquella Semana Santa había
caído en pecado y ya era señora.
Esperanza sale en su defensa, como lo hizo en aquellos tormentosos días y desmiente la versión del médico: "Nosotros la manteníamos en la casa, ella era una burrita bien bonita, era una niña todavía, nunca la tuvimos en el monte. Nosotros la peinábamos. Era mansa, por eso se prestó para todo lo que le hicimos". Esperanza nunca se explicó cómo pudieron hacerle tal calumnia, pero como dice: "Los perdedores
siempre buscan inventos".
Julio Díaz recuerda: "El señor Mariano es de la calle abajo, y a ella (Leonela) la tenían en una parcelita al frente de la carretera. Después de que ganó, el dueño no la mandó más al monte, la tenía como una reina y salía a caminar por la calle como cualquier mortal. Apenas pasó lo del escándalo, el tipo la deportó, la mandó otra vez pa'l monte".
Leonela, el
sábado de gloria de 1988,
acompañada de Esperanza y otros miembros de la
familia Correa.
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Para evitarse hacer pruebas de virginidad cada vez que surgiera un rumor, no volvieron a abrir la categoría para burras en el Festival. Desde entonces solo se escoge al asno que mejor represente a un personaje.
A los dos años, Leonela amaneció muerta. Dicen que le inyectaron agua para sacarse el clavo de la derrota que no pudieron voltear.
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