Imagen tomada de la revista V&T. Edición # 15. |
El olor a mar golpea en la entrada del
terminal Villa María del Triunfo de la avenida Pachacútec, el mercado de
pescado de Lima, que recibe 200 toneladas de pescado cada día de las provincias
costeras, la Amazonia y otros países. Sus pasillos son una vitrina de especies
marinas y de agua dulce, pescados populares y finos de todos los tamaños; unos
traslúcidos, otros grises o cafés, cuyas escamas, cual lentejuelas de vestido
de noche, hacen brillar a los reyes del lugar. Cajas plásticas de colores
contienen todavía fresco y recién salido del mar, lo que será el manjar de una
familia o de algún comensal de los afamados restaurantes limeños.
A las 4.00 a.m. el mercado está en pleno
apogeo. Allí concurren minoristas, amas de casa, dueños de restaurantes y turistas
de todas partes del mundo, pues se ha convertido en un sitio obligado para
quienes desean conocer de primera mano el lugar de la materia prima de la
cocina peruana. Y es que una cocina como esta no solo se conoce por sus
exquisitos platillos, sino por los productos que salen de sus aguas, de gran
calidad y cantidad. No en vano, después de China, Perú es el mayor productor
mundial de pesca marina y el mayor de harina de pescado. La industria pesquera
es la segunda actividad económica del país.
Solo en la terminal de Villa María del
Triunfo, que aporta 39% de los pescados frescos comercializados en la Lima
Metropolitana, se concentran 150 mayoristas y trabajan unas 800
personas. En el lugar se consigue picuda, a dos soles el kilo, así como,
mero chino, tramboyo cabeza amarilla, entre otras variedades.
Los vendedores, además de su tarea diaria que
comienza a las 3.00 a.m., son consejeros culinarios. Con toda su experiencia
hablan de las cualidades de cada especie y hasta le sugieren al comprador cómo
y con qué preparar algunos de estos pescados. Por eso no dudan en decir, por
ejemplo, que comprar un kilo de raya, es muy útil para hacer parihuela, una
sopa típica del Perú que por su alto contenido de fósforo es considera un plato
afrodisíaco.
Terminal
adentro
Para recorrer el mercado es preferible ir con
botas o en su defecto, usar bolsas plásticas para cubrirse los zapatos y evitar
que queden impregnados con el olor, pues el piso siempre permanece húmedo. En
su interior está organizado por tipo de producto y procedencia e incluso hay un
área destinada a pescados de la región amazónica, tiene siete cámaras para
congelados y tres más para conservar frescos los productos.
Los ruidosos cangrejos vivos dan la
bienvenida a una zona exclusiva para mariscos, en la que camarones, almejas,
mejillones, choros, langostino, calamar y más se pueden comprar por manojos.
Además, tiene un área separada, amplia, limpia y ordenada, en la que hábiles
fileteadores trozan rápidamente y sin dificultad alguna, pescados de más de 15
centímetros para los compradores que no desean llevarlos enteros. Quienes no
desean esperar hasta llegar a casa, hay restaurantes que ofrecen los más
variados platos.
A eso de las 6.00 a.m., el flujo de gente en
el interior de la terminal empieza a disminuir, llegar después de esa hora
significa comprar lo que no se llevaron los más madrugadores. La gente sale con
bolsas plásticas llenas de anchoa, bagre, calamar, pulpo o camarón; ahora es tiempo de ir a cocinar.
*Publicado en la edición # 15 de V&T (revista de Anato realizada por Proyectos Semana).
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