Bolitas de naftalina para evitar el olor |
Aunque todavía se consiguen, la bomba de 'fli', el musungo, las polleritas, las manteca negrita, son cosas del pasado en un siglo plagado de avances tecnológicos y aparatos eléctricos, en que es más importante mostrar la marca de la ropa interior que conservar las partes íntimas lejos de los ojos curiosos.
Por María Andrea Solano Behaine
Todas las cosas cambian de genera-ción en generación. Si a un niño de cin-co años se le invita a jugar bolita de uña, probablemente dirá que ese juego no lo tiene su Wii, aún cuando haya sido el pasatiempo favorito de su pa-dre cuando tenía la misma edad.
En el tiempo de sus padres o de sus abuelos, si a alguien le daba una rasquiñita conocida como la sabro-sita, nadie se escandalizaba ni iba corriendo al dermatólogo para que le recetara costosas cremas, todo lo que hacían era ir al monte a conseguir unas ramitas de ma-tarratón y bañarse con el agua que se preparaba con esta mata para que se le quitara. No había mejor remedio para tal enfermedad.
Lo mismo que para el piojo; cuentan que la mejor solución para acabarlo era el DDT, un plaguicida que se aplicaba en la cabeza y se retiraba al día siguiente, que de milagro no le mató las neuronas a la generación a la que se lo ponían, ni le causó estragos mentales, porque en esa misma época, la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos lo catalogó como "cancerígeno potencial para el hombre".
Y siguiendo con los mata insectos, hay que mencionar las bombas de 'fli', que tenían un recipiente que se llenaba con insecticida. Las bombas de 'fli' pri-mero fueron de metal y luego de plástico. Se les dice bombas de 'fli' en lugar de 'flai' (que es la pronunciación de la palabra inglesa fly, que significa mosca), dejaban las manos hediondas a 'Baygón' y el brazo musculoso por aquella acción de succionar y presionar, la cual se te-nía que repetir todas las noches antes de acostarse, para no amanecer lleno de picadura de mosquitos.
Quienes preferían una opción menos química, pero más engorrosa, optaban por el toldo de color pastel que se ama-rraba del techo o de las paredes con la misma pitica blanca con que amarran los sacos de azúcar. En estos tiempos, la bomba ha sido reemplazada por modernos aerosoles o pastillitas azules que se conectan a la electricidad, con los que no se tiene que manipular ningún líquido.
Hablando de técnicas para evitar los mosquitos, vale la pena resaltar el musungo. El musungo lo hacían golpeando la cepa de coco hasta que formara una especie de pincel grande, que se usaba para espantar mosquitos. Hay quienes todavía lo usan, y también los que lo han sustituido por herramientas más fulmi-nantes, como una raquetica que funciona con baterías y mata a los mosquitos cuando se acercan a su cuerdas de metal, lo que produce un leve sonido de electrocutado y un olor a pollo asado.
Con las altas temperaturas del Caribe, a las cinco de la tarde se veía a la gente sentada en taburetes en las puertas de las casas, con el musungo sobre las piernas mientras se sobaban en el pecho, la espalda, los brazos y el resto del cuerpo, el líquido amarillo de un frasco de Menticol "loción refrescante". Lo hacían para engañar al calor, era el aire acondiciona-do de los pobres.
En ese entonces, las mujeres no usaban fragancias de Victoria's Secret, pero sí se emperfumaban con aromas florales, salían a la calle olorosas a Cariaquito Mo-rado y los hombres a Agua de Florida de Murray y Lanman, que venía en un envase verde y también servía para aliviar el dolor de cabeza.
Menticol (el aire acondicionado de los pobres), Agua de Florida y presentación moderna de Caria-quito Morado, que es vendido como producto esotérico. |
Si con todo lo moderna y abierta de la sociedad actual una foto de la señorita Colombia sin ropa interior es motivo de escándalo, qué hubiera sido para la época en que los abuelos de hoy estaban jóvenes, que una mujer saliera a la calle con un vestido de tela 'clarita' y sin enagua, polleritas o medio fondo, y dejaran que se les viera más de lo que debían mostrar, por el mismo motivo, cuando iban a playa o piscina, usaban el chin-gue, aquellos vestidos de baño enterizos y hasta la rodilla.
Si de vanidades se trata, no hay que olvidarse de la manteca negrita, que se usaba para desenredar y darle brillo al pelo, como lo hacen hoy las cremas para peinar. Y la peineta que los hombres cargaban en el bolsillo trasero, que se acomodaba en la mano para organizarse la cabellera.
Seguramente a medida que ha ido le-yendo los párrafos anteriores, se ha acordado de muchas cosas que usaba antes y de las que ya no quedan ni los frascos llenos de polvo y que si se trataran de enumerar no cabrían en esta página. A lo mejor en dos o tres décadas, pasará lo mismo con los Blackberrys, las redes sociales como Facebook y Twitter, los antibacteriales que cuelgan de los bolsos y muchos elementos que con el pasar de los años serán cosa del pasado.
*Publicado el 25 de septiembre de 2011 en El Meridiano de Córdoba
Comentarios