El 'Pechichón' aún rueda
Por María Andrea Solano Behaine
El Ford Victoria de 1932 hizo parte del comercial del III Festival Internacional de Cine de Montería, realizado este 2011. Foto: Agamenón Quintero. |
Contrario al moderno parque automotor que circula por las calles de Montería, un Ford Victoria de 1932 se pasea como una niña coqueta, saliendo a la luz de vez en cuando y robándose la atención de los ciudadanos que no pueden evitar fotografiarlo.
Por María Andrea Solano Behaine
Francisco Castillo se ajusta la boina caqui que compró en Francia, mientras abre la puerta de copiloto de su Ford Victoria modelo 32. Lleva puesto una camisa blanca con cargaderas, un pantalón de lino crema y zapatos del mismo color. Hasta ahí, la escena parece sacada de una película romántica de época de guerra, para completar el cuadro a él solo le falta fumarse un habano, pues el carro beige, en todo su conjunto es tal cual como uno de aquellos años: conserva los colores originales, las llantas, la cojinería, el motor, y un baúl de madera tapizado en cuero que le cuelga en la parte trasera, pues en ese entonces los carros no tenían guarda-equipaje incorporado.
La novia sale de su casa de la mano de su padre. Francisco la espera en el vehículo para llevarla hasta la iglesia, baja el espaldar de la silla del copiloto para que la próxima recién casada pueda acomodarse en el asiento trasero del carro con todo su ajuar.
Para encender el vehículo, hala tres palanquitas que dejan pasar la gasolina al motor, una dice choke y las otras dos start; presiona el acelerador y empieza un sonido, muy disimulado, propio de los carros viejos. Enciende las luces con otro mecanismo que más parece un adorno de la bocina y muy sigilosamente, a una
velocidad de 20 Km/h, que aumenta la ansiedad de la contrayente, comienza el camino que unirá dos vidas.
"Si hace 79 años, cuando este vehículo estaba en todo su esplendor, se consideraba un lujo andar en él, ahora más", dice Francisco al hablar del Ford. "El carro está restaurado en un 95%, los repuestos son
originales, todos traídos de Estado Unidos. Averiguando en Internet encontré que su producción fue limitada, solo fabricaron 500 y el mío es el único de este modelo que hay en Colombia", comenta al tiempo
que dice que solo lo lava él, lo hace con productos especiales y mucha delicadeza para que no le caiga agua al motor.
"La insignia del carro es particular de la época: un perro galgo, como el de los Simpson. El sistema de la bocina es muy interesante: es una estrellita que gira y le pega a un tornillo. Así es que se produce el sonido, como ronquido".
Su matrimonio con el Ford Victoria empezó en el 2009 en el Eje Cafetero cuando lo vio en la boda de una prima, se enamoró al instante. Ese día no tuvo reparo de cuán hermosa estaba la novia, ni las palabras
que había dicho el cura en la ceremonia, su mente pensaba en aquel vehículo que permanecía parqueado al frente de la iglesia, lo quería para él, para materializar la afición que había sembrado en él su padre, con las pequeñas versiones de carros clásicos que tiene de adorno en su consultorio. Habló con el entonces dueño del carro, un señor de Pereira, le propuso el negocio y lo adquirió. "Para nosotros (su padre y él) fue en sueño cumplido".
El Ford Victoria se pasea por las calles de Montería como bicho raro y mirando por debajo del hombro hasta a los vehículos más costosos que circulan por la ciudad. Su elegancia, diseño y antigüedad lo
hacen diferente. Sale a dar una vuelta dos o tres veces por semana, pero es un carro elitista, por tanto no se mete por todas partes, no va de compras al centro, ni a hacer vueltas de banco.
Sus llantas americanas y su incipiente sistema de amortiguación hacen que su dueño, que lo ama como si fuera su segundo hijo, solo lo maneje por las calles en buen estado y sin aglomeraciones de gente. Es tan delicado el vehículo, o pechichón tal vez, que en "una ocasión mientras lo llevaba al taller, de tanta vibración
que había en la calle se me desprendió una de las lámparas, botó el tornillo la lámpara e iba colgando". Desde entonces, tiene mecánico personalizado, y cuando se hace necesario, va a su casa a hacer el diagnóstico.
Por donde circula, al Ford Victoria le salen enamorados, anda siempre bien engallado, reluciente y sin un rasguño. Grandes y chicos, hombres y mujeres tienen que ver con él, la Policía lo para, a pesar de que tenga los papeles en regla y su placa azul diga: antiguo. Y cuando se acercan a interrogar a Francisco, lo único
que los agentes hacen es preguntar: "Señor, ¿podemos tomarnos una foto en el carro?". Cuando lo ve pasar, la gente no puede evitar sacar la cámara o el celular para fotografiar su elegancia.
Sin proponérselo, el Ford ha logrado ser el protagonista de varias bodas de Montería, como lo fue en el Eje Cafetero el día que Francisco quedó flechado con él. "Un día salí a comer con mi hija y mi novia, y llegó un señor todo azaroso y me preguntó: '¿De quién es ese carro que está ahí?', y yo le dije 'Mío'. 'Mire –dijo el
señor–, ese carro me encanta, tengo una prima que se va a casar, para ver si me lo alquila', me respondió", comenta sobre una de las experiencias que lo motivó a empezar a alquilarlo para matrimonios, pues antes solo lo tenía por pasatiempo.
Francisco espera en la puerta de la iglesia, esta vez el Victoria andará con los nuevos marido y mujer, los dejará en el club para que disfruten de su primera noche como esposos y regresará al garaje, donde Francisco halará solo una de las palancas que dice start, con lo que se cortará la transmisión de gasolina y se apagará el carro hasta la próxima salida.
*Publicado el 18 de septiembre de 2011 en El Meridiano de Córdoba.
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